Inmediatamente me surge una pregunta: ¿Quién soy realmente?
En ese momento la red telepática de la amazonita recorre mi ser. Escucho algo lejano, una conversación antigua…
-«Es primordial que no sea él mismo, hay que despersonalizarlo.»-
-«Pero es muy fuerte.»-
-«No pasa nada, nosotras somos muchas.»-
Un escalofrío recorre mi ser y una piedra de jade, verde cual caramelo de lima se acerca a mi mente aún soñando.
Si quiero saber la verdad sobre mí, sólo debo confiar en ella.
Se convierte en un platillo que gira delante de mis ojos ya abiertos y despiertos. Su forma cambia constantemente, imágenes de animales se van asomando a su superficie.
Un conejo, un jabalí, un gato, un león, un elefante, una jirafa, un cerdo…
Todos ellos siguen girando como en un caleidoscopio, transformándose los unos en los otros y vuelta a mutar.
Pasa una eternidad y el jade se detiene.
Entra en mi mente y se convierte en un cono que poco a poco se funde con mi alma. Sin ton ni son conecto con mi cuerpo y todo lo anterior ya no existe. Controlo todo lo que ocurre en mí ser.
Pasan varios días en el tiempo terrenal, hasta que una voz femenina me dice:
-«¿Por qué veo otros ojos detrás de los tuyos? Me dan miedo, parece que me estuvieses cazando.»-
-«Eso es justamente lo que ocurre. Mi verdadero ser es un gran cazador.»-
Las palabras salen de mi boca, pero no he sido yo. Vuelvo a desconectarme y de mi capa de crisocola en el corazón, justo del centro, veo brotar un dragón de jade.
Al principio es lento, saca la cabeza y parece costarle salir de allí. La crisocola se abre y deja que vuele libre. Viene directo a mis ojos y me dice qué soy.
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